Es mi culpa...

Su forma de actuar resultaba difícil de describir. Parecía que la vida, y el mundo mismo fueran fácilmente calculables para que todo terminara sucediendo de acuerdo con su antojo.
Ella lo vio a los ojos y si él no hubiera estado tan enamorado de ella como lo estaba, hubiera notado que esa mirada de desdén, provenía de esa crianza clasista que había calado en ella de tal manera que nunca se enteró que se había convertido en una sociópata con estilo propio.
Su manera de mentir era más que patológica. Mentía viendo a los ojos y sin titubear, su ritmo no cambiaba y hasta incluía todos aquellos pequeños detalles que la gente desea ver en los demás, para que crean que se habla desde el corazón. Las mentiras brotaban de sus labios tan grácilmente como una pluma que se deja caer al antojo del viento. Sin arrepentimientos ni segundos pensamientos se fue y lo dejó solo con una herida que tardaría mucho en sanar.
En términos generales este tipo de situaciones le dejaban en la boca un cierto sinsabor, a veces más bien un dulce, que perduraba hasta que hayara algo en qué entretenerse hasta que se le olvidara; sin embargo, esta vez fue distinto... El amargo, que incluso respiraba, era un sentimiento nuevo que jamás imaginó y no tenía idea de como lidiar con él.
La única razón por la que pudiera haber pasado algo así, era porque de alguna u otra manera ella había llegado a quererlo; pero de eso ella no se percataría, y sin darse cuenta se cicatrizó de manera permanente.

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