Dulce Inocencia

Justamente hoy estaba pensando en algo que estoy segura muchos no han hecho. Cuando yo era pequeña, corrección, cuando yo era una niña, corrección de nuevo, esta historia comienza desde antes que yo naciera. Va de nuevo. Dos años antes de que yo naciera se murió la mamá de mi papá, sí ahí empieza, bueno podría retroceder más, pero no me parece recomendable. El punto es que yo nunca conocí a mi abuela paterna.

Ahora retomo lo antes dicho, cuando yo era niña, para cada día de la madre mi papá nos pedía a mi hermana y a mi que lo acompañáramos a la tumba de su mamá. Mi mamá se iba temprano para donde la mamá de ella y ayudaba a preparar el almuerzo familiar y después llegábamos nosotros tres.

Mi papá se llevaba todo lo que necesitaba para arreglar la tumba, por lo cual una vez le pregunté que por qué la arreglaba él y por qué no mandaba a alguien más hacerlo y simplemente le llevaba las flores como el resto de la gente. Lo dije en un tono de tal ingenua arrogancia que mi papá no lo consideró una impertinencia, a eso mi papá me respondió más con una mirada que con las palabras, me dijo que él arreglaba la tumba por amor y respeto, eso no lo entendí muy bien. Pero a ello le agregó que también era porque nadie pagó por una niñera para que cuidara de él cuando era niño así que él tampoco pagaría a nadie porque cuidara de las tumbas.

En fin lo anterior fue sólo para que se hicieran una imagen de cuánto podíamos durar en el cementerio. Puesto que no sólo arreglaba las flores y el zacate, sino que también la pintaba y no sé cuanto más hacía... El punto de mi historia es que mientras él arreglaba, mi hermana y yo no íbamos a jugar escondido por todo el cementerio.

Nunca pensamos en las tumbas y cadáveres que había en ese lugar, pensábamos en todos esos lugares magníficos que había para ocultarse. Además que en el cementerio había bebederos, objetos que me han fascinado desde que llego para poder tomar de allí.

Podíamos pasar horas jugando en el cementerio, riéndonos y corriendo como si se tratara del patio de juegos de la escuela. Ahora que lo pienso, no creo que haya sido irrespetuoso, aunque más de una vez los adultos nos dijeron que nos quedáramos calladas y que volviéramos con nuestro padre; sin embargo, creo que a ninguno de los muertos les hubiera preocupado, porque no puedo ni pensar desde hacía cuánto no escuchaban una risa...

Bueno, creo que no muchos han jugado en un cementerio y menos disfrutándolo tanto como mi hermana y yo lo hicimos...

Lo más raro es que era algo que solíamos hacer, sin pensar nunca en las implicaciones, puesto que también cuando íbamos a donde mi abuela materna, nos íbamos a andar en bici por el cementerio que quedaba no a más de 200 metros de la casa. El lugar es perfecto para eso, puesto que es prácticamente plano.

Conclusión:

  • No se le debe prohibir a un niño jugar en un cementerio, para que no desarrolle miedo por la muerte.
  • Los muertos necesitan escuchar más risas.
  • Los adultos no deben ser tan intransigentes

1 comentarios:

Carla dijo...

Meh... Qué decir... A veces sería mejor no crecer.