Mientras tocaba el piano, primero alegremente y después de manera melancólica, ella entendió que cada quién tenía su forma de expresarse, cada uno tenía su arte.
Pensó que eran dichosos aquellos quienes manejaban más de un arte a la perfección, pero, realmente no se puede ser perfecto, eso lo pensaba para consolarse...
Siempre pensó que pintar guardaba un cierto aire de magia y nostalgia, pero la música.
Ah, la música podía llegar a todos! Siempre lo escuchaba desde el piso de arriba tocar. Tocaba cuando se enojaba, cuando estaba triste, y el edificio entero se enteraba cuando feliz se sentía.
No era una persona tocando el piano, era mucho más que un pianista, cuando tocaba, su alma eran las teclas, su espíritu la partitura, y su corazón, su corazón latía por sus dedos.
El mismo latido que ella sentía cada vez que comenzaba a escribir...
Pero siempre pensó que lo que él hacía le era mucho más significativo al mundo... Todos en el edificio lo escuchaban y compartían con él sus sentimientos, pero ella, ella escondía todo lo que había escrito, quizá por miedo o tal vez vergüenza, pero para ella escribir era entregarse por completo a lo desconocido...
Escribir era mostrar su alma desnuda, acariciar sus deseos con las palabras... Y escribió tanto y tantas cosas de su pianista estrella que jamás se atrevería a mostrárselo a nadie.
Escribía el momento en que él la viera por primera vez, su mirada, cómo se enamoraría con una mirada. Cuando le preguntara su nombre y ella contestara apenada por la felicidad que sentía. Pero de escritos no pasaría... Ella jamás se atrevería a hablarle, y por la timidez de ella, él, quien suele pensar después de hablar y no decir lo que piensa, jamás la notaría.
Agua y aceite, quizá...
Pero ella era la mujer para él. De nadie más se enamoraría en el mundo. Creerá haber conocido el amor pero cuando al fin se tome el tiempo para conocerla entenderá que lo demás fue para pasar el rato y que ella sería para siempre. Él entendería que tocaba para las otras, que quizá hasta hizo algo para alguna, pero que compondría obras maestras para ella.
Entonces acostados uno sobre otro con 4 metros de distancia, el pianista y la escritora dormían esperando encontrarse.
1 comentarios:
Ok. Éxito uno sobre otro con 4 metros de distancia. :)
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